Soy usuario cotidiano de la red de subterráneos y como tal me siento efectivamente un rehén. Pero cada día me pregunto ¿rehén de quién?
Como fui ferroviario por 23 años puedo distinguir cuándo en una vía hay golpes cruzados que provocan el balanceo que hace que los coches rocen contra los andenes en las estaciones o golpeen en las curvas; sé que cuando esto coincide con fallas de amortiguación se producen los peligrosos descarrilamientos. Puedo darme cuenta de que el chirrido en las curvas de la línea C es por falta de lubricación, lo que acelera el desgaste rueda/riel y agrega mayor inseguridad. También cuando algún coche tiene las ruedas “planchadas”, esto es que las zapatas de freno se quedan pegadas a las ruedas y se dificulta la tracción.
Por más que se argumente, estas y otras fallas técnicas obedecen a falta de mantenimiento y/o fatiga del material. Esto se intuye con sólo escuchar el ruido de un tren cuando llega a una estación. Las normas técnicas establecen que cada tantos kilómetros el coche debe ingresar a revisión programada; cuando esto no se hace en tiempo, se acumula “kilometraje diferido”. Ergo: los vehículos se deterioran y baja su nivel de prestaciones.
Tomo la línea B cuatro veces al día y sé que los trenes vienen cada vez más espaciados. Es que desde hace un tiempo se extendió la red, y aumentaron los pasajeros/km a transportar, pero la cantidad de trenes es la misma, con el agravante de que tienen no menos de 30 años de antigüedad. Por lo tanto, el tiempo de rotación es mayor y también el tiempo de espera.
Los delegados denuncian: que en las horas pico se requieren 76 formaciones en servicio, pero la empresa sólo podría poner 53, porque 38 están fuera de servicio, precisamente por exceder el kilometraje permitido.
Si mi deducción no es errada, ya sé de quién soy rehén. De Metrovías, que no invierte y se embolsa los subsidios. Sigue una lógica implacable: ganancias rápidas en períodos cortos. Del futuro… que se haga cargo el Estado.
Lic. Carlos Gustavo Roux
DNI 7.716.761
