El Parlamento francés votó días atrás una resolución que suspende los vuelos de cabotaje a destinos donde pueda llegarse en tren de forma directa en menos de dos horas y media.
La resolución, impulsada por el gobierno de Emmanuel Macron, establece la eliminación de los vuelos domésticos entre el Aeropuerto de París-Orly y ciudades tales como Nantes, Burdeos y Lyon, todas ellas ubicadas a poco más de dos horas de París en tren de alta velocidad, entre otras.
La norma, sin embargo, permite la continuidad de vuelos de corta duración siempre que se trate de vuelos de conexión hacia el Aeropuerto de París-Charles de Gaulle, ubicado al norte de la capital francesa.
La propuesta original incluía la suspensión de los vuelos a ciudades a las que se pudiera llegar en tren en cuatro horas o menos, previsión que fue rebajada ante las objeciones de las compañías aéreas (especialmente, la aerolínea de bandera, Air France), cuyos ingresos, al igual que los del resto de la industria de la aviación, se han desmoronado producto de la pandemia de COVID-19, y de algunas regiones centrales del país, que argumentaron que existía riesgo de que quedaran aisladas.
La propia Air France se había comprometido a reducir un 40% sus rutas domésticas para fines de este año, condición que había sido exigida por el gobierno francés para el otorgamiento de un rescate durante el año pasado.
Una medida similar se adoptó en Austria, donde el rescate estatal a la aerolínea Austrian estuvo sujeto a la eliminación de vuelos domésticos que pudieran ser reemplazados por viajes en tren de hasta tres horas. En este caso, y a diferencia de lo que ocurrió en Francia, la suspensión también afectó a los vuelos de conexión.
Medidas como la implementada en Francia están adoptándose o discutiéndose en toda Europa, con el foco del debate puesto sobre las consecuencias ambientales de la aviación comercial y sus efectos sobre la crisis climática actual, y en la competitividad del ferrocarril en el segmento de los viajes de corta duración. Amén del citado caso de Austria, la aerolínea holandesa KLM inició en 2019 un proceso de reemplazo de sus vuelos entre Bruselas y Ámsterdam por viajes en tren, mientras que en España activistas reclamaron el año pasado que se tomen medidas similares. Sin llegar a medidas tan drásticas, otros países europeos han ensayado políticas de fomento al transporte ferroviario de larga distancia, con la introducción de nuevos servicios nocturnos (caso de Austria y Suiza) o de la rebaja del IVA a los pasajes de larga distancia (tal el caso de Alemania).