Ni la opinión de conocedores del Subte como Alejandro Nazar Anchorena, Nicolás Gallo y otros ex directores de Subterráneos de Buenos Aires, ni el plan alternativo presentado por los trabajadores de AGTSyP, ni la opinión de ingenieros de SBASE, ni lo afirmado fuera de micrófono por responsables de la concesionaria Metrovías, ni los distintos recursos intentados por legisladores opositores, ni lo dicho por el propio director de la famosa auditoría catalana hicieron cambiar de opinión al gobierno de Mauricio Macri. Para cambiar la flota de coches belgas había que cerrar la línea A por dos meses para tener trenes nuevos.
El criterio detrás de la paralización de la línea por tanto tiempo nunca fue técnico, sino una definición política. La operación de imagen consiste en instalar que el jefe de Gobierno se hizo cargo del Subte “desde el primer día” y que, más allá de que la medida pueda ser desacertada, “por fin alguien hace algo”.
Aún cuando el mismo Macri había escapado con argumentos variados a hacerse cargo del Subte durante un año. Aún cuando los coches nuevos son insuficientes y los que se están licitando recién llegarían en dos años, situación que llevó a Juan Pablo Piccardo a querer cambiar la realidad rebajando el número de unidades La Brugeoise. Aún cuando el Subte pasó de ser tan “esencial” que un paro sería prácticamente ilegal, según el proyecto de traspaso original del macrismo, a poder paralizar una línea semanas enteras.
Aún cuando no existe un plan de preservación de los coches históricos al margen de una ley impulsada años atrás por el fallecido Norberto La Porta, situación que llevó a que distintos referentes del Gobierno de la Ciudad dieran durante varios días respuestas distintas y hasta contradictorias al respecto, desde la honestidad brutal de Rodríguez Larreta hasta el discutible criterio de preservación, pero criterio al fin, del ministro de Cultura Hernán Lombardi.
Finalmente llegó el viernes 11 de enero y los coches La Brugeoise fueron despedidos con reverencia y emoción por trabajadores y usuarios, valiendo destacar la presencia del embajador de Bélgica y el sorpresivo homenaje de los Amigos del Tranvía. Ninguna autoridad de la concesionaria o de Subterráneos de Buenos Aires, su titular, se hizo presente.
Hace seis días, desde el sábado, que la línea A se encuentra cerrada. Varias formaciones La Brugeoise permanecen estacionadas sobre una de las vías. Otras están en Polvorín. El Gobierno de la Ciudad, a partir del fallo de la jueza Liberatori conocido ayer, está obligado a preservarlas en condiciones hasta que se decida el destino de cada una. Mientras tanto, en la línea no ha cambiado nada. Si es por las tareas que se han desarrollado en estos días, el servicio podría haber continuado hasta hoy sin inconvenientes.
La línea está cerrada pero los manuales de los nuevos coches chinos CNR/SATCo no están todavía traducidos, por lo que los trabajadores no están recibiendo capacitación.
No está claro por el momento si a las consultoras, contratadas la semana pasada, las trajo la concesionaria o Subterráneos de Buenos Aires. Formalmente los trabajadores dependen de Metrovías, pero varios sospechan que la tercerización de talleres de motivación es algo más característico del Gobierno de la Ciudad que de Metrovías. Es tal el desconcierto que la conducción de la AGTSyP se encuentra elaborando una propuesta alternativa de capacitación para presentar a la empresa concesionaria.
Es dable pensar que, en la decisión de cambiar la flota cuanto antes y como fuera, el Gobierno de la Ciudad pudiera ignorar advertencias o propuestas alternativas que hubieran evitado interrumpir el servicio por un tiempo tan prolongado. Pero, en todo caso, la improvisación es una cosa distinta. El apuro no explica que no se pudieran programar servicios alternativos. Los colectivos de Avenida Rivadavia y la línea E están saturados sin que se incrementara la frecuencia.
Tampoco explica el apuro cómo es posible que los trabajadores estén dando la vuelta carnero mientras esperan a que se traduzca el manual de los nuevos coches para poder capacitarse. No es así como va a mejorar el servicio.