Escribir un libro, plantar un árbol, andar en bici; las metas de esta nueva normalidad se están adaptando y los vecinos y vecinas de la Ciudad de Buenos Aires no son una excepción; el uso de la bicicleta aumentó en más de un 100 por ciento, en un mundo donde la prioridad es no contagiarse y mantener la salud.
Según datos de la Secretaría de Transporte en 2009 sólo el 0.4% de los viajes de la Ciudad se hacía en bicicleta. Con el paso del tiempo y antes de la pandemia el número había ascendido al 4%, significando alrededor de 300 mil viajes. Si el uso de la bici como medio de transporte no crece aún más es porque la ciudad de Buenos Aires no cuenta con suficientes ciclovías y las que existen son inseguras para los ciclistas. El cuello de botella es la falta de compromiso del Gobierno de la Ciudad para permitir que el uso de bicicletas aumente, como la demanda, en forma exponencial.
Lo que era hasta hace un tiempo una polémica y enfrentaba a automovilistas y ciclistas, arribó a un consenso extendido sobre los beneficios de trasladarse en bicicleta por la ciudad; no sólo por los efectos del movimiento en la salud, en una época que trae aparejada más que ninguna otra al sedentarismo, sino por el bajo riesgo de contagio de virus durante su uso.
El tren y el subte, aliados imprescindibles en la batalla contra las emisiones que generan calentamiento global. La articulación de estos transportes públicos con la bicicleta es el paso fundamental que la Ciudad debe dar en lo inmediato.
El tren y el subte, aliados imprescindibles en la batalla contra las emisiones que generan calentamiento global, esperan que la pandemia sea controlada para recuperar el protagonismo sin riesgo. La articulación de este transporte público con la bicicleta es el paso fundamental que la Ciudad debe dar en lo inmediato, para estar a la altura de las grandes urbes y garantizar el traslado sustentable en sus 20 mil hectáreas, pero también en el conglomerado de dimensiones épicas que es el AMBA.
Mientras tanto, usuarios de todas las edades y distintos niveles de entrenamiento comparten un espacio que hoy por hoy es inseguro, aunque imprescindible. ¿Podremos alcanzar los/as habitantes de la Ciudad, los niveles de otras grandes metrópolis de la región, en calidad y extensión?
Según el Banco Interamericano de Desarrollo en América Latina Bogotá cuenta con la red más grande de bicisendas, un aproximado de 540 kilómetros de extensión. En cambio en la Ciudad de Buenos Aires se cuenta sólo con 250 kilómetros, aún por debajo de ciudades como Río de Janeiro o Santiago de Chile.
Tanto para reducir la congestión del transporte público en la vuelta a la normalidad, disminuir los contagios de Covid en la actualidad, como para recuperar el cielo sin contaminación que se pudo experimentar al principio de la cuarentena o contribuir a solucionar la grave emergencia climática, el desarrollo de más y mejores ciclovías es impostergable.
Hoy la Ciudad tiene ciclovías de doble circulación sin conectividad entre sí, se permiten velocidades peligrosas para ciclistas en calles y avenidas con bicisendas y tolera el estacionamiento de autos en estos carriles.
La semana de la movilidad sustentable es el momento para hacer visible que los caminos para bicicletas deben estar en condiciones de ser aprovechados, y deben ser más. Es necesario incorporar la bicicleta a la planificación del transporte y mejorar cabalmente la oferta de infraestructura para los y las ciclistas.
Es hora de que las ciclovías se articulen efectivamente en una red, entre sí y con la red ferroviaria de la Ciudad.
Es hora de que las ciclovías se articulen efectivamente en una red, entre sí y con la red ferroviaria de la Ciudad; que el ancho sea suficiente para garantizar la seguridad de los ciclistas, que alcancen todos los barrios, las velocidades límite para los autos en las calles y avenidas que conviven con ciclistas sean adecuadas y que exista un control efectivo para evitar el estacionamiento de vehículos en los carriles de bicicletas.
Hoy más que nunca es necesario construir esta nueva normalidad con ciudades para las personas y no para los autos. Si lo logramos, Buenos Aires tendrá una mejor calidad de vida, calles sin congestión, menos accidentes y un aporte fundamental al medio ambiente.