En el frío y nublado 16 de junio de 1955, fecha de la que hoy se cumplen 65 años, tuvo lugar una de las jornadas más sangrientas de la historia argentina.
Desde ese mediodía y hasta avanzada la tarde, aviones de la Armada y de la Fuerza Aérea tripulados por sectores sublevados contra el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón bombardearon la Plaza de Mayo, la Casa Rosada y sus inmediaciones (entre otras locaciones, como el Palacio Unzué, entonces residencia presidencial) arrojando entre 9 y 14 toneladas de explosivos y dispararon numerosas ráfagas de metralla. El resultado fueron más de mil heridos y al menos 309 muertos, la mayoría de ellos civiles.
No era, desde luego, la primera vez que la violencia se adueñaba del centro de la capital: apenas dos años antes, el 15 de abril de 1953, un comando terrorista antiperonista hizo detonar una bomba en la estación Plaza de Mayo de la línea A matando a seis personas.
Los hechos de la jornada del 16 de junio son conocidos: entre las 12:40 y las 17:40, en sucesivas tandas, el centro de Buenos Aires fue bombardeado y se vivió un infierno sin precedentes. “Monstruoso e inhumano” calificaba el editorial de Clarín en la mañana siguiente al bombardeo: “No hay argumentos que puedan explicar ni justificar semejantes actos de barbarie […] Las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación”.
El ataque fracasó en su objetivo central, matar al Presidente y lograr dar un golpe de Estado. Las fuerzas leales lograron imponerse y los aviadores golpistas debieron huir al Uruguay. Pero para el gobierno de Perón nada volvería a ser igual y apenas tres meses más tarde caería víctima de un nuevo golpe, que ahora resultaría victorioso.
Lo que es menos conocido es la relación del ataque con el transporte público: buena parte de las víctimas encontraron su muerte abordo de los trolebuses que circulaban por las inmediaciones de la Plaza de Mayo al momento de producirse la tragedia.
Fueron seis los trolebuses afectados por el bombardeo. Todos ellos circulaban por la avenida Paseo Colón al ocurrir el bombardeo, tres de ellos hacia el sur y tres hacia el norte.
A pesar de la gran cantidad de bombas arrojadas, y contrariamente a versiones populares, ninguna cayó sobre los troles. Algunos se vieron afectados por la onda expansiva de los explosivos, otros por las esquirlas y otros por el desprendimiento de mampostería de los edificios aledaños.
Los trolebuses resultaron en una trampa mortal por una sencilla razón: a diferencia de las unidades modernas, que tienen autonomía y pueden funcionar con baterías, las de la época solo podían operar conectadas al cableado. El bombardeo derribó numerosas columnas del tendido de catenarias dejando a las unidades inmovilizadas. Escapar de la zona fue imposible.
Sobre Paseo Colón entre Hipólito Yrigoyen y Alsina (mano al sur) el bombardeo sorprendió a tres trolebuses:
- un Mercedes Benz O6600T (interno 5243) de la línea 303, actual 152.
- un Mercedes Benz O6600T (interno 5393) de la línea 305.
- un Westram W-40 (interno 5024) de la línea 311, actual 61.
En las fotografías que acompañan esta nota pueden observarse estas tres unidades “enteras”, sin impacto de bombas, aunque naturalmente afectadas por el bombardeo: en los dos Mercedes Benz pueden verse hoyos provocados por las esquirlas y todos los vidrios están rotos, mientras que en el Westram puede percibirse su techo abollado producto del desprendimiento de mampostería del edificio del Ministerio de Hacienda.
También sobre Paseo Colón, pero de la mano de enfrente (hacia el norte), las bombas sorprendieron a tres trolebuses:
- un Mercedes Benz O6600T (interno 5471) de la línea 305
- un Mercedes Benz O6600T de la línea 303, actual 152.
- un Westram W-40 de la línea 312, actual 62.
Saber exactamente el número de víctimas que corresponden a cada unidad resulta una empresa prácticamente imposible. Téngase en cuenta que incluso la cifra total de 309 muertos, que es la oficial reconocida por el Estado y cuyas identidades están debidamente acreditadas, no es considerada como definitiva. “Hay un número incierto de víctimas cuyos cadáveres no lograron identificarse como consecuencia de las mutilaciones y carbonización causadas por las deflagraciones”, explica el libro Bombardeo del 16 de Junio de 1955 editado por el Ministerio de Justicia de la Nación.
Lo que sí ha podido reconstruirse es que, de todos los trolebuses, el más afectado fue el Mercedes de la línea 305 que circulaba hacia el norte. Todos sus ocupantes excepto uno perecieron producto de la onda expansiva de una bomba que cayó cerca.
El único sobreviviente del trolebús 305, Benito Lemos, dio una entrevista al diario Clarín en 2005, al cumplirse el 50° aniversario de la masacre: “La bomba no cayó sobre el trolebús, cayó adelante. Pero la onda expansiva nos alcanzó… No recuerdo más que me vi cubierto de sangre, que había unos 20 o 30 pasajeros, que estaban tirados, no se movían, que yo tenía esquirlas en el cuerpo y sangraba, sangraba y que me tiré por la parte de atrás hacia la calle y pedí ayuda. Gritaba: ‘Estoy vivo, estoy vivo’, pero no me oían. Después, me arrastré hasta la Plaza Colón. Y no sé cuánto después, alguien me recogió y me llevó a la Asistencia Pública, que estaba en Esmeralda 66″. Lemos estuvo tres meses internado pero logró sobrevivir y recuperarse de sus heridas. En 2005 también dio una entrevista radial cuyo audio reproducimos aquí debajo.
https://www.youtube.com/watch?v=WHoQmtUttqc
Las versiones populares que mencionan que uno de esos trolebuses estaba cargado de alumnos de escuela primaria o incluso de una delegación de niños que iban a visitar al presidente Perón en esa jornada trágica no han podido ser confirmadas ni constan en los registros oficiales. Pueden atribuirse a la tradición oral y a cierta necesidad de añadir ribetes dramáticos a una situación ya de por sí demasiado trágica.
El bombardeo nunca fue juzgado, salvo un tímido intento en los meses que mediaron entre el hecho y el golpe de Estado de septiembre de ese mismo año. El posterior triunfo de la “Revolución Libertadora” permitió que los aviadores que habían participado en el hecho volvieran al país libres de culpa y cargo a partir de septiembre de 1955, quedando habilitados para retomar la carrera militar. Lo mismo ocurrió con los cómplices civiles del bombardeo, entre quienes destaca el radical Miguel Ángel Zavala Ortiz, quien huyó con los golpistas al Uruguay, volvió al país y alcanzó posiciones políticas de importancia, siendo canciller del presidente Arturo Illia entre 1963 y 1966. Un camino paralelo al que siguieron los involucrados en el atentado de 1953, que tampoco fue investigado después del golpe de 1955.
El pedido de los familiares de las víctimas para que el bombardeo del 16 de junio sea considerado un crimen de lesa humanidad ha encontrado escaso eco en la Justicia. El hecho continúa sin ser investigado hasta el día de hoy.
El 17 de junio de 2008 fue inaugurado un monumento en conmemoración de las víctimas que murieron en el bombardeo, “Del cielo los vieron llegar”, obra de la artista plástica Nora Patrich. La escultura se encuentra emplazada en el jardín de la Casa Rosada, junto al Museo del Bicentenario y a pocos metros de la calzada de Paseo Colón donde decenas de personas encontraron la muerte en los trolebuses. En tanto, los hoyos provocados por las esquirlas en las paredes del Ministerio de Hacienda han sido preservados en recordación del hecho.