Hoy se cumplen dos décadas del 20 de diciembre de 2001. La fecha, que comenzó con un estallido social y culminó con la renuncia del entonces presidente Fernando de la Rúa, condensa y simboliza una crisis económica y social de ramificaciones tanto anteriores como posteriores.
En aquella jornada caótica y vertiginosa, como en tantas otras fechas emblemáticas de la Historia argentina, el transporte fue mucho más que sólo parte del paisaje en el que se desenvolvieron los hechos y tuvo un silencioso protagonismo.
Cómo era la red de Subte en 2001
Aunque no sustancialmente distinta, la red operativa en 2001 era diferente de la actual.
Las líneas A y B aún no habían sido extendidas y conservaban su recorrido original (Plaza de Mayo – Primera Junta y Alem – Lacroze, respectivamente). La extensión de la línea B a Los Incas estaba en plena obra y su construcción no se interrumpió por la crisis, siendo inaugurada en 2003. La línea C era igual que en la actualidad: no registra cambios de traza desde la década del 30. La línea D ya había alcanzado su cabecera definitiva con la apertura de la estación Congreso de Tucumán, que había sido habilitada en abril del año anterior. La línea E discurría entre Bolívar y Plaza de los Virreyes, como lo hizo hasta 2019: la licitación lanzada el mismo 2001 para extenderla a Retiro quedó congelada con el estallido de la crisis.
En tanto que la línea H todavía no existía: la construcción del primer tramo (Once – Caseros) había comenzado apenas ocho meses atrás. Sin perjuicio de esto, el Subte ya pensaba su futuro: poco más de un mes atrás, la Legislatura había aprobado la ley 670, que establecía las trazas de las líneas F, G, e I.
20 de diciembre: la jornada más difícil del Subte
En la noche del 19 de diciembre de 2001, y ante la situación de crisis que venía desarrollándose desde los días previos, el entonces presidente Fernando de la Rúa declaró el Estado de sitio en todo el territorio nacional por un período de 30 días.
No estaba previsto que el transporte público sufriera afectación alguna por la medida: en la mañana del 20, los servicios de Subte, Premetro y las líneas ferroviarias metropolitanas comenzaron a prestarse con normalidad.
Pero el normal desarrollo de los servicios terminaría viéndose afectado conforme avanzaba esa vertiginosa jornada.
Promediando la mañana, manifestantes comenzaron a congregarse en la Plaza de Mayo para protestar en repudio al gobierno, haciendo caso omiso del Estado de sitio vigente -algo que también había ocurrido la noche anterior-. En respuesta a esto, las fuerzas policiales comenzaron a reprimir la manifestación con inusual violencia. El área de la plaza y sus inmediaciones se transformó entonces en un campo de batalla.
Huyendo de la brutal represión, manifestantes y transeúntes comenzaron a refugiarse en las numerosas estaciones de Subte de la zona. Testimonios de la época aluden a una situación de descontrol difícil de imaginar: personas que buscaban huir por los túneles y la entrada de gases lacrimógenos por las bocas de acceso o por las ventilaciones.
El Subte también jugó un papel importante en los enfrentamientos con la policía, ya que muchos manifestantes armaron barricadas sobre la Diagonal Norte con piezas de mobiliario urbano y con elementos extraídos del obrador de la estación Catedral, cabecera de la línea D ubicada a metros de la Plaza de Mayo.
La presencia del obrador se debía a que en el primer semestre de 2001 se habían iniciado obras para remodelar y ampliar los andenes y pasillos de combinación de la estación Catedral y para instalar un ascensor para personas con movilidad reducida en el andén sur de la estación. Estos trabajos estaban en plena ejecución al producirse el estallido.
En tales condiciones, la continuidad de la operación de la red era muy difícil de sostener.
El Subte deja de funcionar
A las 15:45 del 20 de diciembre, la concesionaria Metrovías determinó suspender la prestación de los servicios de Subte y Premetro por razones de seguridad y “hasta nuevo aviso”.
Se trataba de una decisión inédita. No se trataba ya de los habituales servicios limitados o de un cierre de estaciones puntuales por razones de seguridad, sino de una auténtica clausura de toda la red. La medida tampoco se ha repetido con posterioridad: salvo la cumbre del G20 en 2018, ni siquiera en los momentos iniciales de la crisis sanitaria del COVID, momento en el que se cerró una importante cantidad de estaciones, pero los servicios no se interrumpieron.
El Subte, desde ya, no fue el único servicio que dejó de funcionar en aquella jornada: varias líneas ferroviarias metropolitanas interrumpieron su operación en la tarde del 20 con argumentos similares.
Más allá de las medidas preventivas, a las 18:00 se inició un paro nacional convocado por la CGT disidente en repudio a la represión y exigiendo el levantamiento del Estado de sitio decretado por De la Rúa.
La Unión Tranviarios Automotor (UTA), sindicato que entonces nucleaba a los trabajadores del Subte -la AGTSyP no existía aún-, también llamó a un paro propio. La medida, no obstante, quedó levantada formalmente en la noche del 20, porque -según consigna la prensa de la época- se había “cumplido el objetivo”, que era la renuncia del presidente De la Rúa.
El día después
El 21 de diciembre comenzó como una “jornada enrarecida”, de acuerdo a la caracterización que entonces hizo el diario La Nación. El cumplimiento del paro convocado por la CGT era “dispar”, con diagramas de emergencia y servicios espaciados en los ferrocarriles metropolitanos.
En el Subte, la situación era diferente: con el paro de la UTA levantado y Metrovías asegurando que se daban las “condiciones de seguridad” necesarias para la prestación del servicio, la red reanudó sus prestaciones habituales.
La nota disonante la dio el Premetro, que no comenzó a funcionar el 21 por la mañana debido a que “las autoridades de la empresa [estaban] analizando los riesgos de ponerlo a operar”, según dijeron entonces voceros de la empresa a La Nación. Los servicios fueron reanudados con posterioridad, en fecha y horario que este medio no ha podido precisar.