Roggio es el nombre de un grupo de empresas centradas alrededor de la actividad de la construcción. Su principal dueño es Aldo Benito Roggio. Roggio es también el controlante –tras adquirir el año pasado el escaso porcentaje que se comercializaba en bolsa– de la totalidad de las acciones de Metrovías S.A., la concesionaria que opera en usufructo la red de subterráneos desde 1994. Metrovías S.A. es la responsable desde entonces de dos aspectos que el contrato de concesión, fiel a su época, pondera casi por igual: la operación del servicio público de trenes subterráneos de pasajeros y la explotación comercial a través de publicidad y alquiler de locales.
La primera actividad de por sí es un negocio considerable viendo no sólo los ingresos propios por venta de pasajes –Metrovías, según consigna ALAMYS, afirma cubrir el 82% de sus costos por esta vía– sino también el cuantioso monto en subsidios aportado por el Estado nacional que garantiza rentabilidad a la empresa mediante la cobertura de gastos, beneficio este que con que no contaba la estatal Subterráneos de Buenos Aires cuando en los años 80 lograba incluso ser superavitaria. Mayor negocio, sin embargo, es el de la publicidad y alquiler de locales. Hay andenes con más de la mitad de su ancho ocupado por comercios, como los de la transitadísima estación Tribunales de la línea D. Todavía más notoria es la proliferación de carteles publicitarios.
Antes de la entrega del Subte en concesión la red tenía relativamente poca publicidad: sólo en los relojes electrónicos, los costados de la señalética retroiluminada de las estaciones –sobrevive en la línea E desidia mediante– y algún afiche en los espacios contemplados por su diseño original. Desde la llegada de Metrovías los espacios de publicidad se multiplicaron. Carteles en andenes y pasillos de combinación, enormes chapas para la colocación de gigantografías que a menudo tapan filtraciones y caídas de mampostería, gigantografías sobre escaleras mecánicas con idéntica función e incluso en tímpanos de estaciones. Y elevadísima rentabilidad. Al mismo tiempo se abandonan o dañan sin más los reconocidos alicatados con frisos y murales que decoran las estaciones.
Los únicos casos en que no se utiliza todo el andamiaje publicitario para fines exclusivamente comerciales son la cercanía de fechas patrias, donde algunos carteles muestran banderas argentinas, su uso para exhibir mapas de la red y para eventuales campañas corporativas de la empresa concesionaria. Como cuando recientemente festejó los 94 años de su red de subterráneos. La presencia de la verdadera propietaria de la red, Subterráneos de Buenos Aires, está en cambio limitada a contadas vitrinas colocadas durante la gestión de Alejandro Nazar Anchorena. Pero como si todo esto no fuera suficiente y conocido, ahora la cartelería de la red se usa para avisos institucionales del Grupo Roggio.
El contrato de concesión no contempla la posibilidad de que la concesionaria forme parte de un grupo mayor con intereses a los que pueda beneficiar, tampoco de penalidades en tal caso. Así fue, entre otras ocurrencias, que grupos ligados al transporte automotor se hicieron acreedores en su momento de las concesiones de los ferrocarriles Roca, Belgrano Sur, San Martín, Sarmiento y Mitre. Lo cierto es que, sin hacer alusión a Metrovías pero con sorprendente omnipresencia, la fastuosa maquinaria publicitaria de la concesionaria invita a los usuarios a competir por el premio Roggio 100 Años de Artes Visuales. Para alejar cualquier duda, la presencia del institucional en el sitio web de Metrovías deja clara la relación.
Los interesados pueden tomar nota de la dirección que indica la publicidad. Como también vale tomar nota de que Roggio parece considerar que tiene per se relación oficial con la red de subterráneos. La concesionaria, en teoría autónoma y orientada a la satisfacción del pasajero, muestra hasta qué punto forma parte de unos de los grupos de la construcción más poderosos y beneficiados de la República Argentina desde la irrupción de la patria contratista. Grupo para el que el servicio público de subterráneos, por la forma en que lo presta, parece ser apenas excusa para negocios colaterales.