En un nuevo episodio de la irritante moda de cambiarle el nombre a estaciones de Subte, Plaza de Mayo de la línea A y Callao de la línea B podrían ver alterada su denominación a partir de marzo si prosperan las iniciativas que la Comisión de Cultura de la Legislatura porteña tratará en una audiencia el próximo 6 de marzo a las 13.
La propuesta de los legisladores de PRO Emilio Raposo Varela y Eduardo Santamarina implica que la histórica cabecera de la línea A pase a llamarse “Plaza de Mayo – Casa Rosada” porque, aseguraron, “no es posible separar la imagen clásica de la Casa Rosada con la Plaza de Mayo en su frente, dos de los sitios más emblemáticos de la Ciudad” y agregaron que “el objetivo principal de la adhesión al ya conocido nombre de la estación ‘Plaza de Mayo’ es referenciar geográficamente a la misma con dos sitios emblemáticos que forman parte del patrimonio histórico de nuestra Ciudad”.
En cuanto a Callao de la B, la iniciativa impulsada por el vicepresidente tercero de la Legislatura, Roy Cortina, quien buscara que la misma pase a llamarse “Callao – Maestro Alfredo Bravo” en homenaje a quien fuera presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) desde 1975 hasta su secuestro por la dictadura militar el 8 de septiembre de 1977. Dicha institución funcionó cerca de la estación del subterráneo, en Callao 569.
De esta manera se consolida una tendencia llamativa de modificar los nombres de las estaciones de Subte que no parece reconocer criterio alguno: por un lado, se opta por el agregado de un segundo nombre para no eliminar la necesaria correspondencia geográfica que debe existir entre el nombre de la estación y la calle o espacio público que está sobre ella; por otro lado, se insiste en dicha correspondencia.
Tal es el caso de “Plaza de Mayo – Casa Rosada”; si se argumenta que es practicamente imposible pensar a la Plaza de Mayo disociada de la sede del Gobierno nacional, ¿entonces para qué el cambio?. Parece olvidar el proyecto que el nombre Plaza de Mayo ya condensa, en su sintética referencia geográfica, el simbolismo propio del lugar que remite en el imaginario colectivo argentino al epicentro del poder político y a episodios resonantes de la historia nacional. Con ese criterio deberían agregar, por caso, mención a otros edificios históricos como la Catedral, el Cabildo, la antigua sede de la Jefatura de Gobierno porteña o incluso el edificio de la AFIP.
En ese sentido, sería conveniente que no se confunda a residentes y a visitantes agregando nombres a la estaciones sino que se busque una forma de honrar la memoria histórica y cultural con métodos que ilustren en mayor profundidad sobre las figuras o hechos históricos que se pretenden recordar. En lugar de preocuparse por que tengamos cada vez más estaciones con doble nombre, los legisladores deberían insistir por que tengamos una red con el doble de estaciones.