El Gobierno de la Ciudad, a través de la empresa estatal Subterráneos de Buenos Aires, decidió en el año 2013 renovar la flota de trenes de la línea B. Sin embargo, no adquirió coches cero kilómetro, sino unos usados CAF Serie 6000 que utilizó el Metro de Madrid durante 14 años.
Pero estos trenes, sencillamente, no son sólo usados sino incompatibles con la infraestructura civil y electromecánica de la línea que une Leandro Alem con Juan Manuel de Rosas. Son unidades que no respetan ni el alto ni el ancho de los túneles, es decir, el gálibo.
Asimismo, estos 86 coches usados, a la sazón insuficientes para renovar los 163 coches que hoy existen en servicio, tampoco tenían la misma trocha ni sistema de alimentación eléctrica. Debieron ser retrochados, mientras que la línea B debió ser modificada en su sistema de alimentación, pasando del tercer riel a la catenaria rígida, tecnología inédita en nuestro país. Cambiar la casa en lugar del enchufe.
Por contar con equipos de aire acondicionado, los trenes miden 3,88 m de alto mientras que los puntos críticos de la línea B se encuentran a tan solo pocos centímetros más alto que esa medida. Con la incorporación de la catenaria rígida, la distancia entre el hilo de contacto y el techo de los trenes en algunos puntos no supera los 5 cm. Por esta ínfima diferencia, no recomendada por especialistas ni por el mismo fabricante —en Madrid la luz del techo a la catenaria era cercana al metro—, lo que ocurrió en la tarde de este viernes es una prueba del riesgo potencial. Como tampoco respetan el ancho necesario, los trenes debieron ser adaptados con suplementos para compensar el espacio entre el tren y el andén.
Los coches, además, fueron comprados en duplas y triplas, lo que significa que existirán cabinas intermedias inutilizadas, lo que genera un desperdicio de espacio y pone en riesgo un eventual escenario de evacuación, puesto que no existirá intercomunicación entre todos los coches.
La inexplicable compra de estos polémicos trenes generó, además, la necesidad de repotenciar las subestaciones de la línea, puesto que son tan ineficientes que consumen tres veces más energía que los actuales trenes en servicio.
No sólo le costaron a las arcas públicas el mismo dinero que si se hubieran comprado trenes nuevos tras sumar todas las adaptaciones e inversiones, algo que se ha convertido en una mancha difícil de borrar para la gestión de Juan Pablo Piccardo, quien ya enfrenta una denuncia penal por la operación.
Los trenes usados e incompatibles, este viernes, terminaron demostrando además que son un riesgo potencial para la seguridad de los pasajeros.