23 noviembre 2024

Cien años de pasajes

El Subte de Buenos Aires cumple hoy 100 años. Para viajar en él los usuarios han comprado boletos, cospeles, pases de cartón y tarjetas plásticas. Los medios de pago también tienen su centenario.

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El subterráneo porteño cumple hoy 100 años de existencia desde el aniversario de la inauguración, el 1° de diciembre de 1913, de la línea I de la Compañía de Tranvías Anglo-Argentina (CTAA), hoy línea A. Varias otras empresas, administraciones, inauguraciones y extensiones han pasado desde entonces. La historia del Subte, para bien o para mal, abarca desde la primitiva CTAA hasta la actual fase de servicio en manos de Metrovías, pasando por épocas de gestión estatal. Los boletos han sido mudos testigos de estas más de nueve décadas de transporte público masivo. Y, ciertamente, significan más de lo que parece.

Aunque el cospel –en rigor ficha– supo convertirse en un símbolo del Subte por excelencia, fue una innovación bastante posterior a las primeras décadas de nuestra red. La línea de la Anglo-Argentina funcionó desde el comienzo y por largos años con un sistema de boletos de papel muy similares a los usados en sus líneas tranviarias de superficie e impresos por máquinas eléctricas especiales. Los mismos se adquirían en los andenes y no existían en ese entonces los habituales molinetes que permiten el acceso a las zonas pagas. Los guardas controlaban los boletos a bordo de las formaciones, debiéndose pagar el importe correspondiente en caso de no poseer uno.

La inauguración en 1930 del Ferrocarril Terminal Central de Buenos Aires (FTCBA) –propiedad de Lacroze Hermanos y conocido popularmente como el Subterráneo Lacroze–, hoy línea B, supuso una serie de innovaciones técnicas sustanciales hasta entonces poco vistas. La hoy línea roja empezó siendo sinónimo de modernidad antes de convertirse en un monumento a la desidia.


(Fotografía del primer día en que se utilizó el sistema de molinetes con monedas, originario de la línea B)

A la construcción de túneles y estaciones en caverna se sumó la instalacion de escaleras mecánicas que comunicaban los vestíbulos y los andenes y la instalación de molinetes o torniquetes para controlar el acceso de los pasajeros a los andenes. Ubicados en los accesos a las plataformas, permitían un control más efectivo del pasaje a la vez que reducir la cantidad de personal abocado a esas tareas. Funcionaron inicialmente con monedas de curso legal, aunque el personal tenía fichas especiales como las que se muestran debajo.

La Compañía Hispano-Argentina de Obras Públicas y Finanzas (CHADOPYF) siguió un esquema similar al de la Anglo-Argentina. Las que serían llamadas luego líneas C, D y E, inauguradas respectivamente en 1934, 1937 y 1944, no contaron con molinetes sino hasta más adelante. Al igual que en el Anglo, había un sistema de boletos y control de pasaje a bordo de las formaciones. La combinación gratuita entre distintas líneas no existía al ser cada una de ellas propiedad de compañías diferentes. Para cambiarse de línea debían adquirirse boletos especiales como el que se muestra aquí abajo, expedido por el Terminal Central de Buenos Aires para combinar con las líneas de la CHADOPyF en Carlos Pellegrini.

En 1939 empezó a funcionar la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires (CTCBA), ente mixto que agrupó a todas las líneas de Subte, tranvías, ómnibus y colectivos. Siguiendo el ejemplo de la Compañía Lacroze se instalaron molinetes alimentados con monedas en todas las estaciones a partir de 1946. A pesar de que ahora todas las líneas dependían de una misma compañía, se mantuvieron los boletos de combinación, expedidos en todos los trasbordos entre líneas –con la posibilidad de comprarlos a mitad de precio en la estación de origen–.

Recién en 1956, habiéndose reemplazado en 1952 a la CTCBA por la estatal Transportes de Buenos Aires, se habilitaría la combinación libre y gratuita entre las distintas líneas del sistema subterráneo, sin necesidad de incurrir en el engorroso trámite de adquirir un boleto de combinación. Los que siguen son pases para varios viajes emitidos por Transportes de Buenos Aires ante la dificultad de readaptar constantemente la matriz de los molinetes en medio de la creciente inflación.

La solución definitiva a tales problemas de adaptación de los molinetes llegaría en 1962 con la instauración del cospel, que reemplazaría el uso directo de monedas. Esto permitía alterar el valor de la ficha de acuerdo con la tarifa manteniendo sin cambios los molinetes. Se emitieron de distintas medidas para evitar su falsificación. En 1963 se creaba la empresa estatal Subterráneos de Buenos Aires (SBA) en reemplazo de la anterior Transportes de Buenos Aires (TBA), originando la clásica ficha con el logotipo de SBA y la leyenda “Un viaje en Subte”. Los cospeles también sirvieron como soporte para publicidad de otras empresas públicas, como el caso de YPF de la foto, aprovechando que eran varias las empresas estatales que empleaban el estandarizado logotipo “escarapela”.

La ficha mantuvo un predominio indisputado bajo tierra por casi 40 años desde entonces. Con la inauguración del Premetro en 1987 un nuevo problema se presentaba, ya que un sistema de molinetes como el empleado en las estaciones subterráneas resultaba algo inviable. Subterráneos de Buenos Aires optó entonces por el uso de boletos de rollo al estilo de los que en ese entonces utilizaban los colectivos –el primero es un talón de la etapa de prueba–, lo que se mantuvo al entrar en vigencia la concesión a Metrovías el primer día de 1994. El mismo modelo se siguió con Subte Bus, servicio automotor combinado que se ofrecía entre Palermo y Ciudad Universitaria desde 1988.

Las principales redes de subterráneos del mundo estaban migrando en ese entonces hacia sistemas informatizados de pasajes. Por eso es que en el mismo 1988 Subterráneos de Buenos Aires realizó pruebas con tarjetas magnéticas con sistema Prodata en la entonces recientemente habilitada (de forma provisoria) estación Ministro Carranza de la línea D. El incipiente proyecto, como otros de SBA de la época, quedó frustrado ante el advenimiento de la Ley de Reforma del Estado y la inminente concesión.

Metrovías, a partir del 1° de enero de 1994 quedaría a cargo de la red. Los cospeles, ahora ofrecidos también en paquetes de varias unidades, continuaron hasta 2000. En ese año comenzaron a instalarse molinetes digitales en la línea E, instaurándose como boleto en toda la red una tarjeta descartable de cartón con carga magnética, denominada comercialmente Subtepass. La concesionaria supo utilizar dicho soporte para vender las más variadas publicidades y obtener, por esta vía, más ingresos. En 2001 se produciría una nueva innovación con el lanzamiento de la tarjeta SubteCard, realizada en plástico recargable con tecnología RFID o contact-less.

Años después SubteCard sería reemplazada por la tarjeta Monedero, de similares características a su predecesora, pero que además de pagar el Subte servía para adquirir productos en comercios adheridos o pagar peajes. Este soporte fue adquirido por Visa a Metronec, del Grupo Roggio, controlante de Metrovías, que la había desarrollado. El 30 de noviembre de 2012 Monedero dejó de ser un medio de pago habilitado para el Subte, pero en agosto de 2013 SBASE firmó un convenio con Visa Argentina rehabilitándola.

En junio de 2009, en medio de críticas por la falta de monedas en circulación, el Gobierno Nacional lanzó la tarjeta SUBE (Sistema Único de Boleto Electrónico) que serviría para abonar todos los medios de transporte del área metropolitana, como colectivos, Subte y trenes. Si bien dicho objetivo tardaría en cumplirse por grandes demoras en su implementación, a 2013 su uso se ha generalizado y masificado.

Blister de cospeles de la década del 90, con el logotipo de Metrovías.

Izquierda: Subtepass descartable, reemplazó al cospel: aún continúan en funcionamiento.
Derecha: SubteCard, primera versión contact-less, fue reemplazada por Monedero.

Tarjetas contact-less Monedero y SUBE.

Del boleto a las monedas, del pago de combinaciones a la combinación libre, del cospel al Subtepass y del Subtepass a las tarjetas plásticas han pasado cien años. Cien años de pasajeros, cien años de pasajes.

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