Cuando la Secretaría de Transporte de la Nación se hizo cargo de las obras de la línea A de subtes a través de su PTUBA (Proyecto de Transporte Urbano de Buenos Aires), no solo instaló escaleras mecánicas y ascensores en todas sus estaciones -aunque por cierto, luego de más de dos años aún muchos no fueron habilitados- sino que llevó a cabo una restauración de las boleterías y andenes en colaboración con Metrovías. Secciones de azulejos dañadas durante sus 90 años se reemplazaron completamente por imitaciones bien logradas, y las boleterías recuperaron un aspecto más acorde al original, que habían perdido luego de una modernización en la década de 1970, bajo la gestión del ingeniero Córdova en Subterráneos de Buenos Aires.
Pero quizás la más controvertida de las reformas que sufrió la línea A haya sido la remodelación de la estación Perú, que había recibido entre 1984 y 1988 una ambientación única en toda la red de subtes. Con un trabajo de la dirección del Museo de la Ciudad a cargo de José María Peña, con ayuda del presidente de la Asociación Amigos del Tranvía, Aquilino González Podestá, las boleterías habían sido reemplazadas por las originales construídas en maderas, guardadas durante años en un depósito, y se habían instalado elementos decorativos de décadas de antiguedad, siendo los más llamativos una serie de réplicas de afiches publicitarios de 1920, pintados a mano. También la iluminación había sido cambiada por bombitas incandescentes con tulipas de vidrio.
Se les escapó el detalle: esta foto en realidad fue tomada en la estación Constitución de la línea C, y no en la línea A como dice su descripción.
Las obras a cargo de la STN significaron el recambio de toda la luminaria, cambio de baldosas y, principalmente, el retiro definitivo de las publicidades antiguas. La estación, protegida por su condición de Museo Histórico Nacional, no merecía en efecto este despojo. Pero con el paso de los meses, se decidió la colocación de gigantografías de imagenes que muestran la historia de la línea A en reemplazo de los anuncios artesanales. La primera fue una conocida panorámica de las obras en Plaza Once (hoy Miserere) alrededor de 1913, pero a partir de mayo de este año comenzaron a sumarse más fotografías, e inexplicablemente muchas de ellas fueron cambiando de lugar, desapareciendo, reapareciendo o no volviendo a ser vistas.
Desconocemos el paradero de las anteriores publicidades que adornaban las paredes de Perú, objeto de cientos de fotografías de turistas y de la atención de muchos usuarios, así como de las antiguas balanzas de peso decorativas y otros detalles, pero lo cierto es que las imágenes en blanco y negro parecen haber llegado para quedarse.
por Agustín Ilutovich para enelSubte.com