21 noviembre 2024

Campaña contra el Subte

En la mayoría de los colectivos de la Ciudad aparecieron calcomanías pidiendo carriles exclusivos y aprovechando para denostar el modo de transporte subterráneo.

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Hace tiempo que las empresas de autotransporte de pasajeros vienen reclamando la implementación de carriles exclusivos para colectivos en las principales avenidas de Buenos Aires, al estilo del implementado en su momento en la Avenida Callao, con el fin de facilitar su circulación y reducir congestiones. El gobierno de Mauricio Macri anunció recientemente su intención de avanzar en ese sentido, comenzando con la fallida implementación de un contracarril en la Avenida Rivadavia.

En los últimos días los colectivos aparecieron empapelados con una nueva campaña reclamando carriles exclusivos. “Para acortar su tiempo de viaje se necesitan carriles exclusivos”, aseguran las calcomanías colectiveras. Pero la campaña va más allá al sostener su reclamo pretendiendo compararse con los trenes subterráneos: “El Subte tiene moderna jazz band – cine – galería de arte. Para los colectivos sólo pedimos carriles exclusivos” y “Dejá los túneles para los topos – Observá qué hermosa es Buenos Aires” son dos de las frases que pueden leerse.

La comparación es desde ya insostenible. Para acortar el tiempo de viaje basta con recurrir a la red de subterráneos, con tiempos de viaje en promedio sensiblemente inferiores que los del transporte automotor. La campaña sugiere que la reducción del numero de automóviles particulares ayudaría a reducir la contaminación ambiental. Es presumiblemente cierto, pero no menos que el hecho de que la alimentación eléctrica del subterráneo es preferible a la emisión de dióxido de carbono de los motores de colectivos.

Se argumenta al respecto que las mayores ciudades del mundo desarrollan el transporte público de pasajeros para aliviar el tránsito vehicular, omitiendo que la sobredimensión del modo automotor es antes una anomalía porteña que una constante en otras urbes. Lo usual es que las grandes ciudades cuenten con extensas redes subterráneas y de trenes metropolitanos, tal como tienen entre otras Madrid, París, Moscú o Tokio.

Con esta desafortunada campaña, exhibiendo una antinomia innecesaria entre subtes y colectivos, las empresas del transporte automotor sólo abonan la imposibilidad de desarrollar un sistema de transporte intermodal que cubra las necesidades de los pasajeros. Del mismo modo que cuando Buenos Aires dejó a principios de los años 60 de ser la Ciudad de los Tranvías –la red tranviaria superaba los 800 km de vías– por su cancelación masiva en favor de las líneas de colectivos. Ciudades como Rosario, Córdoba y Mendoza tienen trolebuses, automotores eléctricos a catenaria. Buenos Aires ya no, por el mismo motivo.

¿Tampoco quieren que tenga Subte? Afortunadamente, los trayectos de la ley 670 y su prometida ejecución por el actual gobierno de la Ciudad permiten prever la expansión de la red de subterráneos para cubrir zonas hoy sólo servidas por colectivos, integrando las terminales ferroviarias metropolitanas a través de túneles para topos. Topos que, con todo, suelen viajar mejor y más rápido que sus congéneres en superficie. Y esto a pesar de las constantes presiones de las empresas de colectivos, que históricamente han intentado trabar el desarrollo del subterráneo y llegado a amenazar con “prender fuego el Premetro” cuando Subterráneos de Buenos Aires intentó concretar el proyecto original de llevarlo hasta Puente La Noria.

Resta destacar que estas calcomanías aparecieron también en todas las líneas de la empresa Plaza, vinculada al grupo Cirigliano, que es controlante de la concesionaria Trenes de Buenos Aires (TBA). Mientras la empresa presta un deficiente servicio diario a la ciudad de Rosario, con escasa capacidad y dilatados tiempos de viaje, las unidades eléctricas del servicio suburbano llevan publicidades de las empresas de micros de larga distancia que maneja el grupo: MercoBús, PlusUltra, Dumascat y El Rápido Argentino entre otras. Esta última fue protagonista de la tragedia ocurrida en Dolores cuando una unidad de su flota cruzó las vías con barreras bajas y resultó embestida por una formación de Ferrobaires.

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