No todas las capitales del mundo pueden contar con el privilegio de poseer en funcionamiento estaciones de ferrocarril de gran porte. La ciudad de Buenos Aires, afortunadamente, se encuentra desde hace más de 100 años dentro de ese selecto club; la estación Retiro del ferrocarril Mitre, cuya restauración se encuentra en pleno avance, forma parte del rico aunque amenazado patrimonio arquitectónico porteño y ahora promete recuperar buena parte del esplendor perdido tras décadas de desidia tanto del sector público como del privado. Sin embargo, a pesar del bienvenido avance que representa la recuperación de una verdadera joya arquitectónica y ferroviaria como Retiro, algunas decisiones tomadas no parecen haber sido guiadas por el mejor criterio.
Esta terminal fue construida por el entonces Ferrocarril Central Argentino (FCCA) -de capitales británicos- para reemplazar y unificar a dos estaciones previas que habían pertenecido a empresas rivales que luego se fusionaron: el Ferrocarril Buenos Aires a Rosario y el propio FCCA, la más antigua de ambas y que dio su nombre a la nueva compañía. Los trabajos comenzaron en junio de 1909 y fue inaugurada por el presidente Victorino de la Plaza el 1 de agosto de 1915. Pronto, se convirtió en un icono de la arquitectura ferroviaria británica de los tiempos de la segunda Revolución Industrial.
Las obras de restauración, o “puesta en valor” como acostumbra decirse en esta época, comenzaron a principios de 2015 durante la gestión del entonces ministro del Interior y Transporte Florencio Randazzo y fueron continuadas por el actual gobierno. Una de las primeras señales que pudo advertir el público del comienzo de dichos trabajos fue el montaje de un andamio contra la fachada principal del edificio sobre la calle Ramos Mejia: la parte inferior, revestida en piedra, fue hidrolavada mientras que la parte superior, dotada de un revestimiento simil piedra, fue pintada de un tono rosáceo -decisión no exenta de polémica- aunque sin perder la apariencia porosa del material original. Mientras tanto se limpiaron y protegieron con laca los artefactos de iluminación originales de bronce que dan a la vereda, aunque sin reponer piezas faltantes en algunos de ellos.
En cuanto a la estructura de la estación, durante 2015 y 2016 se restauró una de las dos naves de la estación -la que se encuentra más cercana a la avenida del Libertador-. Allí se montaron estructuras metálicas especiales, que se fueron desplazando desde el extremo de la nave hacia el hall de la estación, para que los trabajadores pudieran retirar los revestimientos de chapa y vidrio deteriorados para luego pulir y pintar la estructura de acero fabricada en Gran Bretaña durante la década de 1910. En ese sentido, fue muy bien recibida entre expertos y aficionados la decisión de ampliar la superficie de la nave cubierta con vidrio para, así, aumentar la cantidad de luz natural que ingresa a los andenes; si bien no se respetó la disposición original, se instalaron dos franjas longitudinales de paneles de vidrio a ambos lados de la estructura, cubriendo la superficie restante con chapa de color gris plomo aunque todavía pueden advertirse algunas filtraciones en días de lluvia. Los trabajos en la nave este, que cubre los andenes que hoy se utilizan para el servicio urbano eléctrico en los distintos ramales del ferrocarril Mitre y cuya recuperación presentaría desafíos operativos mayores, aún no aún comenzado y funciona, por el momento, como punto de comparación con el calamitoso estado del que se partió.
Otro capítulo de la puesta en valor de la terminal comprende la restauración del hall y de la entrada de carruajes. Así, se pulieron y protegieron los artefactos de iluminación colgantes de cobre y los apliques con forma de antorchas que se encuentran en las paredes y en las barandas de los balcones del segundo piso. En estos sectores, se hidrolavaron las paredes revestidas con materiales duros mientras que los cielorrasos fueron pintados de color crema mientras que se limpiaron y repararon las claraboyas. Estas tareas, si bien proporcionaron una notable mejora al aspecto general de la estación, increíblemente fueron encarados antes de que se repararan los techos, por lo que los cielorrasos recién pintados fueron afectados por filtraciones de agua de lluvia.
Al mismo tiempo, se reemplazó el piso de baldosas rojas que la antigua concesionaria Trenes de Buenos Aires (TBA) había instalado en 1997 en sustitución del piso original durante una serie de trabajos menores de embellecimiento de la estación; en su lugar, se colocó un piso de mosaicos claros con guardas de un tono verdoso similar al del revestimiento de azulejos de las paredes de hall y de un diseño muy parecido al del solado original -aunque este estaba hecho de venecitas y un fragmento fue conservado adyacente a la entrada al subterráneo-. De esta manera, el hall recuperó la luminosidad con la que había sido dotada por sus arquitectos.
En cuanto al pasaje de combinación con la estación Retiro de la línea C, se reemplazaron los techos y pisos -que también databan de la época de TBA y que se encontraban fuertemente deteriorados- por revestimientos de chapa acanalada plateada para las paredes y chapa blanca con nichos para tubos de iluminación fluorescente para los techos y las paredes de las escaleras mecánicas. Se dispuso también en un sector del cielorraso un revestimiento de listones de color azul que dan al lugar un aspecto futurista. Una acertada decisión fue la remoción de los locales gastronómicos que ocupaban parte de este sector y que se encontraban frecuentemente desaseados. También se procedió a demoler un local adyacente a la estación en donde funcionaba una pizzería; sería conveniente que se aprovechara este momento para reorganizar la circulación en las veredas de las terminales de Retiro para agilizar la combinación con la línea C, que hoy se realiza mayormente a través de una angosta escalera ubicada en la vereda y que se satura aún fuera de las horas pico, lo que la convierten en un peligro latente.
Uno de los aspectos que más polémica ha generado fue la política aplicada por la Operadora Ferroviaria del Estado (SOFSE) respecto a los locales comerciales. Así, se dispuso un fuerte incremento de los alquileres cobrados para lograr que se instalen únicamente marcas de primer nivel que puedan afrontarlos. En ese sentido, una de las principales víctimas fue la panchería Discapanch, que empleaba a personas con diferentes dificultades motrices y fue desplazada del lugar que ocupó durante años. Otro aspecto muy criticado, tanto por patrimonialistas como por aficionados, fue la instalación de un local de una conocida cadena de hamburgueserías en el histórico local del café de Retiro que incluso se encuentra listado en el sitio web del Gobierno de la Ciudad como un atractivo turístico a visitar. Si bien el concesionario anterior no brindaba un servicio satisfactorio, ciertamente resulta difícil de entender -más allá de un criterio meramente recaudatorio- que se permita la instalación de un comercio donde se cocinan comidas fritas en un espacio que posee sus arañas de bronce y boisserie originales y que no ha incorporado hasta ahora mobiliario acorde a la historia del lugar. Increíblemente, se asignó el local anteriormente ocupado por un locutorio a una reconocida cadena de cafeterías. No obstante, se unificó la cartelería de todos los locales a un estilo acorde con la terminal; lo mismo sucedió con aquellos que señalaban el acceso al subte, que recibieron un diseño ad hoc.
Las tareas de recuperación de Retiro señalan un auspicioso camino para las demás estaciones. Por caso, ya comenzaron obras en ese sentido en Constitución. Es de esperar, también, que el proyecto ejecutado en Retiro sea también un aprendizaje sobre la necesidad de no sólo preservar si no también de mantener en buen estado los edificios notables que forman parte del acervo cultural nacional antes de esperar a que el deterioro vuelva a estos proyectos tan urgentes como caros y difíciles de ejecutar. También es esperable que se aprenda de los errores cometidos en Retiro: locales que no coinciden con el uso ni con la tradición del lugar donde fueron instalados, mobiliario de aspecto moderno que no encaja con el estilo de la estación, tratamiento con pintura en lugares donde no corresponde, pintar los cielorrasos antes de reparar los techos o demorar la reparación de un sector fundamental como es una de las naves de la estación, son cuestiones a tener en cuenta para que estos proyectos se acerquen aún más a ese punto donde mejor coinciden el respeto al patrimonio con las necesidades modernas.